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Fobias

Temor a los ascensores, horror a hablar en público, pavor a comer delante de otros,terror a los aviones, o aversión a las alturas. Estas, entre otras, son las fobias más frecuentes que experimenta el ejecutivo de hoy. Pero que no cunda el pánico, ya que el miedo también tiene solución

Un sudor frío recorre la espalda y en pocos minutos todo el cuerpo está empapado, las manos comienzan a temblar y no hay forma de controlarlas. De repente un tic nervioso no cesa de molestar y se siente una punzada en el estómago. La mirada se nubla, el individuo tiene problemas para respirar, su ritmo cardíaco aumenta considerablemente. Está fuera de control.

Aunque lo parezca, esto no es la descripción de alguna escena sacada de un libro de Stephen King, se trata de los síntomas reales de angustia que experimenta una persona frente a un estímulo fóbico.

Si alguno de ellos le parece familiar, mucha atención, puede ser la manifestación de una fobia.

Miedo no

El miedo es, según el doctor Oscar Doval –siquiatra y sicoterapeuta que trabaja en el Hospital de Clínicas Caracas–, una de las cuatro emociones primarias con las que nace un individuo junto con el dolor, el amor y la rabia.

Pero el temor natural no es un problema hasta que es definido como una fobia, que no es más que un miedo irracional ante un estímulo particular.

Las fobias no son nada nuevas, son tan antiguas como el hombre mismo y lo han acompañado a lo largo de su historia. Se calcula que 8 por ciento de la población sufre este tipo de trastorno.

La fobia tiene dos componentes: la parte sicológica (sensación de miedo con alta dosis de angustia) y la parte somática, que se manifiesta con los síntomas: palidez, sudoración, taquicardia, ganas de evacuar, tartamudez, entre otros.

Por otra parte, puede decirse que este tipo de desorden se diferencia de otros como la paranoia, porque el individuo está plenamente consciente de lo absurdo de su miedo. "Sabe que está ahí, pero no lo puede controlar", expresa Doval. Es allí donde radica la irracionalidad de este miedo.

Los temores no siempre son iguales, también cambian de máscara con el tiempo, porque tienen, a juicio del siquiatra Oscar Doval, una fuerte connotación cultural. "Existen miedos como la tuberculofobia, tan común en el siglo pasado, y que ya casi no existe".

Fobias de fobias

De acuerdo con Sophia Behrens, sicóloga del Centro Profesional Santa Paula, las fobias no aparecen con un perfil específico de personalidad. "Son trastornos emocionales que están descritos dentro de los trastornos de ansiedad".

Existen varios tipos de fobias: simples o específicas, sociales y un tercer término separado llamada agorafobia por trastorno de pánico.

En líneas generales, las más frecuentes son las de tipo específico, donde el estímulo fóbico es un objeto, animal o situación definida, como la claustrofobia (temor a espacios encerrados), acrofobia (temor a las alturas) o zoofobia (temor a los animales).

Ahora bien, el segmento de jóvenes profesionales entre 20 y 35 años, además de sufrir altos niveles de estrés, se ve sometido a fuertes demandas de tipo económico, laboral y afectivo. En este caso el tipo de fobia que se presenta –por excelencia– es la de tipo social.
Estas no son más que la manifestación del miedo a ser desaprobado o rechazado por otros. A diferencia de las específicas, aquí aparece el público y, por tanto, son mucho más complejas.

Para Oscar Doval, la motivación más profunda de la fobia social es la aversión a hacer el ridículo y su manifestación más frecuente es el miedo escénico o temor a hablar en público.

Existe un elemento importante que es la anticipación, el individuo prevé lo que le va a suceder al exponerse ante la situación que le produce tanta angustia. Aquí se forma un círculo vicioso porque la persona alimenta su propio miedo.

Ante el estímulo fóbico, opta por evitar la situación o huir de ella.
Según Behrens, en esta clase de fobia también se presenta un tipo de ansiedad social, con la diferencia que el ansioso tiene un temor pero realiza la acción, mientras que el fóbico no.

De ataque

El otro tipo de desorden es la agorafobia –miedo a los espacios abiertos–, y se presenta a menudo como una complicación de otro trastorno de ansiedad denominado ataque de pánico.

De acuerdo con Sophia Behrens, esta situación se da con mucha frecuencia en ejecutivos y aparece asociada con altos niveles de estrés. Esta reacción de angustia se activa cuando el individuo se encuentra ante una situación de demanda exagerada. Entonces aparece el ataque de pánico en el que el individuo "malinterpreta" los síntomas de la ansiedad –ahora mucho más fuertes que durante la fobia– como un aviso de un infarto, un paro respiratorio o hasta de su propia muerte.

Este cuadro a veces se complica porque la agorafobia, más que el miedo a los espacios abiertos representa el temor a encontrarse en un lugar donde no puedan ser rescatados: una cola, un centro comercial o una situación donde anticipen que les puede dar el ataque en presencia de otros.

Sin embargo, existe una diferencia entre el ataque y el trastorno de pánico, el primero es eventual y aislado, se da una vez y puede que más nunca, mientras que el otro es recurrente.

Cabe destacar, además, que el trastorno por ataque de pánico no necesariamente implica una fobia.

La raíz del miedo

Las causas que originan las fobias son tan múltiples como quienes las padecen, y están asociadas a altos niveles de estrés acompañados de cierta vulnerabilidad biológica –hay individuos más resistentes a la angustia que otros–. En estos casos también es determinante un umbral de ansiedad más bajo.

Las fobias son muy frecuentes en personas con muchas responsabilidades, preocupadas sólo por la productividad o que tienen obsesión con la fama y el éxito y dejan de lado la vida.

Junto con la presión económica y profesional están las demandas típicas, familiares, de tiempo, etcétera.

A juicio del doctor Oscar Doval, las fobias tienen motivaciones profundas más lejos que el objeto mismo de miedo. "En la mayoría de los casos, la fobia no es más que la punta del iceberg de algún problema que arrastra el individuo desde su infancia".

Para Sophia Behrens, se trata de aprendizajes erróneos que ha sufrido el individuo y que en un momento determinado se activan.

Si el modelo de vida de la persona ha estado marcado por el deseo de agradar a cualquier precio o ha sido sometida a la desaprobación de las figuras de autoridad, es casi natural que transpole eso al organigrama de la empresa. Sin embargo, cada caso tiene motivaciones diferentes.

Muchas soluciones

Oscar Doval afirma que los pacientes buscan ayuda cuando la fobia los ha discapacitado en su trabajo o los ha afectado en su vida.

"Se encuentran ante un doble terror: la incapacidad de hacer algo y el estancamiento en su carrera", expresa el siquiatra.

Pero en este sentido hay buenas noticias, las fobias no son un mal incurable; con un tratamiento adecuado más de 95 por ciento de los casos evoluciona favorablemente.

Existen tres tipos de terapia: la primera es la farmacológica, que aunque no representa la solución definitiva, es una buena alternativa.

También se da la conductual o cognoscitiva conductual, que consiste en modificar los patrones de pensamiento y conducta; es decir, atacar el estímulo que provoca ansiedad y su correspondiente reacción.

A juicio de Behrens, la combinación de las dos anteriores casi siempre soluciona el problema, pero en caso de que éstas no logren resultados positivos, cosa poco frecuente, se recurre a la terapia sicodinámica.

De acuerdo con Doval, en esta fase el individuo conoce el porqué y el para qué de su miedo, "aquí revive el atavismo del pasado que está cercenando su presente".

Después de la terapia, Oscar Doval afirma que el individuo experimenta un crecimiento interior que le abre nuevas oportunidades porque gana seguridad y autoestima, una vez libre de todos sus temores.

Fobia social y timidez

¿Qué es una fobia social?

Una fobia social es un tipo especial de miedo. Todos tenemos miedos a cosas como las serpientes venenosas, los perros rabiosos, las infecciones, los accidentes, aunque este miedo se traduce en un comportamiento de simple cautela frente a las situaciones de peligro y además el miedo AYUDA a estar alerta en la vida cotidiana en vez de INTERFERIR en ella de forma limitante y negativa.
Hablamos de fobias cuando la intensidad con la que experimentamos el miedo frente a los distintos peligros es:

injustificado por la objetividad del peligro
inoportuno (no lo sentimos en el momento apropiado)
desmesurado (sentimos más de lo que deberíamos)
interfiere nuestra vida normal de forma innecesaria, y nos reduce nuestra capacidad de acción y goce.

Aunque algunas fobias son muy conocidas, como el miedo irracional a coger el ascensor, nadar, las ratas y cucarachas, por ejemplo, en cambio en la fobia social el miedo se centra en SITUACIONES más complejas y sorprendentes, y además altera totalmente nuestra vida ya que nos vemos obligados a vivir en sociedad (a diferencia del miedo a las serpientes que puede ser inocuo si no nos toca trabajar en un zoo)
Todos solemos experimentar incertidumbre, ansiedad e inseguridad al conocer a personas nuevas, pero una vez roto el hielo, casi todos logramos convertir esos encuentros en una experiencia agradable.
En cambio las personas con fobia social experimentan un grado de ansiedad mucho más elevado en estas situaciones.
Puede ser tanto el grado de ansiedad o vergüenza que se produzcan señales físicas delatadoras (sudor, temblor muscular y de voz, rubor, etc.) que nos hacen más vulnerables e inseguros y la situación social, en vez de convertirse en un tiempo aceptable en algo agradable se transforma en algo cada vez más desagradable, con lo que nos desanima a pasar esos malos tragos y utilizar subterfugios de evitación y control de estas penosas situaciones.
El deseo que solemos tener todos de formar parte de los grupos sociales, ser valorados y apreciados se ve gravemente disminuido, con la consiguiente baja autoestima y complejo de inferioridad.
Elementos más importantes de la fobia social:

Preocupación por llegar a ser el centro de atención cada vez que nos encontramos con alguien.
Temor a propósito de que alguien nos mire y observe lo que estamos haciendo.
Temor a que nos presenten.
Temor a propósito de comer o beber en público
Dificultad para manejarse en comercios y relaciones administrativas
Terror a dirigirse a un público o grupo de amigos
Aversión a realizar llamadas telefónicas y realizar gestiones
 
Dificultad para confrontarse en el trabajo o hacer reclamaciones (incluso si se tiene la razón y el derecho de hacerlo)
Las fiestas y reuniones son una pesadilla y el comportamiento de la persona que tiene fobia social consiste en ponerse cerca de la puerta o encargarse de discretas tareas que le permitan huir de la situación.
Tendencia a rehuir espacios cerrados donde hay gente
Sensación de que todos nos miran y nos desvalorizan
Temor a que nuestras intervenciones parezcan ridículas, pobres o inadecuadas. Miedo a 'quedarnos en blanco'.

Algunas personas con fobia social tienden a beber alcohol para ganar así valor y desinhibición.
La fobia social puede ser algo que -a diferencia de la fobia a las serpientes- se nos haga presente cada vez que nos vemos obligados a ser el centro de atención, o si nuestra profesión implica estar expuestos a personas desconocidas con frecuencia (vendedores, actores, músicos, maestros, etc.)
También nos podemos ver obligados a hablar en público (en la escuela, reuniones de trabajo, amigos -cuando son un grupo grande-).
Algunas fobias sociales acentúan el miedo a tratar con el otro sexo a extremos que producen graves dificultades para conseguir pareja.
El miedo no es un estado emocional inmóvil, como un estado de tristeza o alegría. Se alimenta de:

Los estímulos temidos (estar en algún tipo de situación social que nos produce miedo)
La anticipación (imaginar las situaciones que podrían suceder y sentir el miedo 'como si' estuvieran sucediendo los acontecimientos temidos)
los mecanismos de evitación (aunque sea una paradoja el ALIVIO de subir por las escaleras AUMENTA el miedo a coger el ascensor de una persona con fobia al ascensor). Por lo tanto las conductas de 'precaución' como ponerse en un rincón, hablar poco, cruzar la acera, etc. hacen que sintamos MAS miedo la próxima vez.
Los pensamientos auto-críticos (del estilo "pareceré tonto/a", "debería hablar pero no se me ocurre nada". "estoy haciendo el ridículo", "parezco torpe", "me consideran inferior", etc.).
La falta de practica en expresión verbal (igual que la falta de ejercicio nos entumece) el expresarse DEMASIADO POCO, dificulta la facilidad y creatividad de comunicación.
El circulo vicioso que producen las experiencias negativas: como lo hemos pasado mal una vez tememos que la siguiente será igual o peor, con lo esta creencia hace de profecía que se auto-cumple y nos induce a estar más amedrentados e ansiosos la próxima vez, con lo que de nuevo alimentamos el temor para la siguiente ocasión.
La costumbre de 'repasar' y 'rumiar' lo sucedido: el no haber sido capaces de actuar con la soltura de los demás (el fóbico puede fijarse en la persona más popular y maravillosa para compararse con ella) nos genera desasosiego y ácida incomodidad personal, recordando cada uno de los pequeños detalles de impotencia y comportamiento penoso con la precisión de un latigazo, y de pronto aparecen iluminadas como por un foco las palabras y las cosas que DEBERÍAMOS haber dicho o hecho.
La propaganda negativa que hacemos sobre la imagen de nuestro Yo. A base de vernos torpes, inseguros, empobrecidos, poco interesantes, etc. un numero elevado de veces, entramos en la 'secta' de los 'no valgo nada', con lo que ya ni nos atrevemos a aspirar a las cosas sanas y bonitas que los demás nos parece que sí tienen derecho a tener (amor, admiración, amistad). Esto puede influir poderosamente en nuestras decisiones (aspiraciones laborales, proyectos, el tipo de pareja que nos parece adecuada, los derechos que creemos que nos merecemos, etc.) . 
La angustia como aparición 'maldita' e 'intrusa'. Nos angustiamos por la posibilidad de sentir angustia y al percibir que nos estamos angustiando sólo por pensarlo sentimos que es una angustia incontrolable. La angustia se convierte por sí misma en el peor enemigo -más allá incluso de las situaciones que empezaron a provocar. Tenemos miedo de tener miedo, y que además ese miedo sea visible y nos delate como miedosos dignos de desprecio.

Síntomas físicos

Los síntomas de la ansiedad que aparecen en la persona que tiene fobia social cuando se expone a lo temido pueden llegar a ser el símbolo de 'lo peor' que le sucede:

Sequedad de boca (junto a la idea de que uno se 'atrabancará', tartamudeará, toserá, no podrá hablar, etc.)
Palpitaciones (el corazón parece correr demasiado deprisa o irregularmente y eso producir desmayos, ataques cardíacos, mareos, o algún tipo de colapso)
Temblores de manos, pies o voz que pueden ser rápidamente observados y delatarnos como 'inferiores' o 'penosos' o 'impresentables'.
Sudor (en las manos que luego puede que tengamos que presentar en un saludo; sudor corporal que traspasa la ropa y nos avergüenza haciendo nos aparecer como 'indeseables' o 'repugnantes')
Rubor (angustia + sentimientos intensos de vergüenza)
Falta de concentración (que nos haga olvidar datos que queríamos decir o desorganice el curso del pensamiento de modo que no sepamos de donde veníamos o a donde queríamos llegar)

¿Y la timidez?

La timidez es una forma atenuada de fobia social, y que habitualmente tenemos y disimulamos todos mejor o peor.
No sabemos si resultaremos competentes, valiosos o apreciables a los demás.
Muchas veces esto esta en agudo contraste con un ambiente familiar en el que hemos sido mimados y protegidos, aunque en otras ocasiones es todo lo contrario: un ambiente familiar autoritario y descalificador también produce futuros tímidos.
Nuestra forma de ser se hace en el ejercicio de relacionarse con los demás, es un resultado de ATREVERSE a ser delante de los demás, mezclándose y entrando en conflictos que uno aprende a ir solucionando sobre la marcha.
La persona tímida es cautelosa: no se arriesga a equivocarse, a ser rechazada o a resultar inadecuada, y como no practica no avanza, y espera que un día se levantará con la moral alta y resultará segura de sí misma por arte de gracia (y no pasando por los malos tragos y apuros que todos tenemos que traspasar para curarnos de complejos e inseguridades y para resultar hábiles amigos y relacione públicas).
Descubrir lo que somos realmente tiene algo de lanzarse al abismo de lo desconocido y explorar lo que resulta de ello, y esta es la forma mejor de superar la timidez.
Palabra a palabra obligarnos a nosotros mismos a enseñar LO QUE PENSAMOS pero también -y sobre todo- LO QUE SENTIMOS (como cuando decimos 'me moleta el humo que me hechas a la cara' o 'me gustaría que tomáramos el sábado un café juntos', o 'este fin de semana me apetece ir de excursión con unos amigos que hace tiempo que no veo').
A menudo superar la timidez es una cuestión de número de palabras (cambiar el 'si', 'no', 'tal vez' por frases de cinco minutos).
Dejarse ir hacia una frase que va a ser muy larga es como confiar en tu propio cerebro, en su auto-estimularse, refrescarse y entusiasmarse por una tarea intelectual (en el fondo le encanta, es lo suyo).
La persona tímida tiende a creer que no tiene mucho VALOR, o CAPACIDAD, pero la realidad no es exactamente esa (mucho grandes tímidos han sido perfectamente grande genios científicos o escritores) sino que UNO MISMO/A SE PONE ENCIMA UN PEDRUSCO, inhibiéndose con pensamientos de mal agüero tales como 'lo mio no tiene importancia' 'mis cosas aburren' 'mi interés no coincide con el de los demás' 'podría ofender, aburrir o molestar a alguien' o lindezas parecidas.
Este AUTO-SABOTAJE equivale a que estuviéramos pensando 'seguramente no caminaré recto y estéticamente, pareceré torpe y tropezaré' y como fruto de esta hipótesis tan poco constructiva REALMENTE hasta consiguiéramos andar mal y tropezar.
Nos cuesta encontrar un lugar en el mundo, EL NUESTRO, y en vez de ello caemos en el error de pretender ser OTROS.
Sería buena cosa rebelarnos de una vez por todas y determinarnos a ser espontáneos, aceptando luego con resignación el número amigos y enemigos que ello produzca (por lo menos seríamos felices NOSOTROS y NUESTROS amigos, y nuestra alegría decoraría como un adorno navideño el paisaje de los demás).

¿Un ataque de pánico de regalo?

El nivel de ansiedad puede subir a un punto crítico por encima del cual se produce un 'ataque de pánico' durante unos minutos en los que la persona le parece que pierde el mundo de vista, el equilibrio, o que pudiera enloquecer o estar muriendo de forma repentina.
Los mismos pensamientos de estar 'pillado' 'atrapado' y padeciendo algo 'horrible' actúa de incentivador y mantenedor del ataque. Las complicaciones de los ataques de pánico pueden ser que la persona desarrolle 'agorafobia' o miedo a tener ataques de pánico en situaciones donde ya se han producido o que parezcan una 'encerrona' (un espacio demasiado cerrado, demasiado abierto, demasiados estímulos o gente, estamos lejos o en una situación en la que haríamos un mal papel huyendo).
Algunas personas caen en el alcoholismo o en el consumo de hachis o cocaína o abusando de los tranquilizantes recetados por el médico como una forma de 'capear' estas dificultades sin resolverlas del modo adecuado.

¿Cómo afecta nuestras vidas la fobia social?

Nos empobrece reduciendo a la mitad nuestra vida social, nuestras posibilidades de ocio y progreso profesional.
La frustración que todo ello implica puede reflejarse indirectamente en forma de desánimo general (a veces es causa de caer en un depresión tras un larga etapa vital de sufrimiento) e irritación descontrolada con el circulo familiar íntimo.
Las relaciones que exigen iniciativa, sostén y aportación por nuestra parte se pueden llegar a ver gravemente resentidas y romperse.
Elimina aquellos oportunidades que suelen provenir de la actividad social (hacer amigos en el colegio o en el trabajo, participar en las equipos, promocionarse en el trabajo, etc.) . Puede ocurrirle a un fóbico social que rechace un buen trabajo solamente por el miedo que tiene a las nuevas responsabilidades, especialmente si tiene que tratar con muchas personas y hacer reuniones.

¿Soy un bicho raro?

De 1-2 por mil de los hombre y 2-3 por mil de las mujeres padecen fobia social. Es una dificultad que se conoce bien, tanto el porqué se produce como el modo en el que puede tratarse.

¿Tiene solución?

No es imposible adquirir estas dos capacidad que resolverían el problema:

  1. las habilidades expresivas, sociales y de trato que no hayamos podido adquirir en el curso de nuestro aprendizaje por razones de modelos familiares imperfectos, inadecuada intervención escolar o por las dificultades emocionales que hayan interferido.
  2. La habilidad de controlar el miedo irracional mediante distintas estrategias de enfrentamiento, control emocional e información psicoterapéutica especializada.

Una ayuda farmacológica puede ser aceptable como un medio de atemperar las dificultades iniciales, especialmente si el nivel de ansiedad produce severos síntomas incapacitantes como intensas taquicardias o ataques de pánico, insomnio y depresión.

¿Puedo solucionarlo por mí mismo/a?

Algunas lecturas de libros de autoayuda que tratan las fobias de una forma sencilla, la práctica de la relación, yoga, y ejercicio.
Los consejos de buenos amigos que nos apoyen o orienten, y hacernos un plan de EXPOSICIÓN gradual a las distintas situaciones sociales que nos agobian intentando hacer progresos pequeños pero continuados puede ser un conjunto de medidas eficientes.
Algunos fóbicos sociales han utilizado técnicas de INUNDACIÓN como aceptar un trabajo de cara al público, o presentarse voluntarios en una asociación para obligarse así a 'pasar por el tubo' y superar los problemas de una vez. Este método de 'sacar la muela a mano' no funciona siempre y puede ser una apuesta que sobrepase muestras verdaderas fuerzas.
 Sería algo bueno para pensar en superar estos miedos  comprobando que hay de realidad en los supuestos peligros (miedo al rechazo, a que no te valoren o a no resultar interesantes y dignos de amor que posiblemente provienen de algunos factores educativos mal  aprendidos -o enseñados cabría decir-.

¿Y si no puedo?

Es el momento de acudir a un profesional. Existen distintas psicoterapias exitosas contra la fobia social, siendo un problema clínico relativamente sencillo de solucionar comparado con otros trastornos mentales mayores.
A veces la verdadera dificultad es el orgullo o la cicatería lo que nos impide reconocer que tenemos un grave problema y acudir a un profesional competente.

El miedo irracional e incontrolable puede superarse

Las fobias: a volar, a los espacios cerrados, a salir a la calle... Angustias flotantes y reacciones fóbicas

Un temor razonable puede llegar a convertirse en fobia a causa del aprendizaje o de las influencias culturales y sociales. La fobia a las ratas o a las serpientes parece trasmitirse, por ejemplo, de generación en generación. Hay fobias que se van instalando en los adultos porque de niños sus padres o amigos les atemorizaron ante situaciones que apenas comportaban riesgo . Las fobias son una manifestación elaborada de la angustia. Hay “angustias “flotantes” en las que el miedo va a la deriva y se temen de una forma difusa diversas situaciones y circunstancias. En las reacciones fóbicas, la angustia brota exclusivamente ante un determinado estímulo. En realidad “el objeto fóbico” no es más que una manifestación de la angustia latente. El individuo necesita esa excusa para poder descargar su angustia. Así pues, en la fobia tenemos, como en los sueños, un sentido manifiesto y un significado latente. La reacción es siempre desproporcionada en relación con la causa aparente, pero cuando se descubre la causa oculta, se comprueba que había razones para la angustia. En las fobias, como en los demás temas de psicología, hay diferentes interpretaciones respecto de las causas que las provocan y de los métodos terapéuticos para resolverlas. Para los psicólogos conductistas las fobias son lo que aparentan: síntomas, conductas aprendidas. En cambio, los psicoanalistas interpretan la fobia sólo como la punta del iceberg de algo más profundo e inconsciente. Independientemente de estas teorías, en quien padece la fobia siempre están presentes la angustia y el sufrimiento.

Fobias espaciales

}Detenerse en los tipos de situaciones que más frecuentemente producen las fobias es más interesante que describir las innumerables formas de fobia que existen.

La fobia espacial es la más frecuente, y se manifiesta de dos maneras aparentemente opuestas: en el miedo de salir o la angustia de las calles, en el miedo a los espacios descubiertos (agorafobia). Y, en segundo lugar, en el temor a lo contrario: a los espacios cerrados (claustrofobia). Lo más común en la claustrofobia es el miedo a quedar atrapado en ascensores, oficinas, restaurantes, iglesias o túneles.

El afectado trata de evitarlos, pero si por necesidad entra en uno de ellos busca desde el primer momento las salidas y los mecanismos de evacuación urgente. En las fobias de espacio se dan algunas variedades como: Vértigo fóbico o miedo de las montañas, de los ascensores, de los pisos altos. Miedo a la oscuridad, al concebirse ésta como un espacio amenazador, a viajar en autobús, en avión, en tren, en automóvil. Miedo a la muchedumbre, una de cuyas variantes es el miedo a hablar o a aparecer en público.

Fobias sociales

La otra categoría de fobia está relacionada con el medio social. Son, en este caso, las relaciones individuales o colectivas con el prójimo o con los animales las que constituyen el objeto de la angustia pavorosa. Se pueden incuir en esta categoría la fobia a ruborizarse, a mirar a la cara a algunas personas, a escribir delante de otros (conocido como el “síndrome del escribiente” y padecido por funcionarios que rellenan documentos delante de los clientes) o el miedo a contagiarse, que conduce al aislamiento social o se manifiesta en la costumbre de lavarse las manos repetidas veces a lo largo del día, o el miedo a tocar barandillas o picaportes, a utilizar servicios públicos, o a entrar en bares o restaurantes, todo ello por miedo a la invasión de gérmenes procedentes de personas enfermas u objetos contaminados. También están las fobias a los animales grandes, como los perros, o animales pequeños como los insectos, arañas, ratones etc.

Lo que hacen quienes padecen fobias

De ordinario manifiestan dos tipos de conductas: de evitación y de tranquilización. En la primera, el sujeto trata de evitar las situaciones que le producen fobia, lo que le lleva a conductas de fuga diversas según la forma y la intensidad de la angustia. Algunas personas se encierran en sus casas para evitar la calle o el encuentro con personas o situaciones que le inspiran ese

temor desmedido, mientras que otras se limitan a recorrer trayectos prefijados: una sola línea de autobús, o excluyen un medio de transporte o ciertos barrios o algunos quehaceres. Otros se inclinan por las “huidas hacia delante”, adoptando decisiones desesperadas que podrían resolver el problema pero que difícilmente lo conseguirán.

Las conductas de tranquilización las manifiestan quienes optan por dotarse de recursos para tranquilizarse y superar en lo posible la fobia que les atenaza. Buscan personas acompañantes para soportar las situaciones o eligen “objetos salvadores” como talismanes, amuletos, mascotas.

El individuo sabe que no existe ninguna relación causa-efecto entre el “objeto salvador” y la protección o suerte que se pretende derivada de él, pero se siente más tranquilo utilizándolo. También se recurre a lugares seguros, normalmente la propia casa y más en concreto algún lugar determinado de ella.

Los especialistas debaten desde hace décadas si existe un carácter fóbico o una predisposición a padecer fobias. Se sabe al menos, que hay dos tipos de conducta personal que tienen relación con la aparición de las fobias: el constante estado de alerta (el afectado percibe que el mundo que le rodea está lleno de peligros y amenazas y, por ello, permanece alerta y en permanente actitud defensiva) y la huida, mediante una actitud pasiva que conduce a la inhibición o con planteamientos activos de “huidas hacia delante” refugiándose en comportamientos desafiantes o en permanecer constantemente ocupado para refugiarse de una forma compulsiva en la actividad.

Las fobias pueden curarse

Todas las fobias tienen tratamiento, que dependerá de su intensidad y de las complicaciones psicopatológicas que presenten los individuos afectados. Los padecimientos fóbicos leves pueden ser abordados por uno mismo, pero se requieren unos requisitos:

Tener ganas de curarse. Estar decidido. Hay quien utiliza la fobia como excusa para no afrontar situaciones y no manifiesta una voluntad real, un compromiso personal, de eliminarla.
Establecer firmemente un día para comenzar el entrenamiento.
Elaborar, con el tiempo y la reflexión necesarios, una relación de situaciones a superar. Y planificarse uno mismo las medidas a adoptar.
Imaginarse a uno mismo enfrentando la situación fóbica.
Ser consciente de que debemos exponernos gradualmente a las situaciones que nos causan la fobia.
Valorar los logros, por pequeños que sean, y mostrarse tenaces en la consecución de los objetivos. Y cuando se van consiguiendo, premiarse como corresponde a tan ardua labor.

Cuando los padecimientos fóbicos son más complicados, conviene ponerse en manos de profesionales competentes. Entonces hay tres tipos de tratamiento, a veces combinados:

A base de fármacos, muy especialmente si se presentan crisis agudas de pánico.
Mediante tratamientos conductuales, que consisten en una desensibilización sistemática por la cual el individuo, utilizando métodos de relajación (la sofrología funciona bien), se va exponiendo progresivamente a la situación que le produce la fobia hasta que consigue superarla totalmente. Es el método que utilizan las compañías aéreas que ayudan a sus clientes a combatir la fobia a volar.
Por medio de la psicoterapia, que profundiza en los mecanismos que generan la angustia fóbica y de esa manera, intenta erradicarla.
 
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