Hay que diferenciar las
tentativas de suicidios de los suicidios consumados, los
primeros suelen ser llamadas de atención pero hay que
controlarlos muy de cerca porque dichas tentativas suelen
repetirse con bastante asiduidad durante las primeras
semanas que siguen a la tentativa y existe el riesgo
finalmente de consumarlo.
Para explicar el Sucidio
diferentes modelos han dado su propia versión, de los cuales
analizaremos 4: biológico, genético, psicológico y
sociológico.
Modelo
Biológico
Las personas que parecen
tener cierta vulnerabilidad hacia el suicidio presentan un
descenso en los niveles de Serotonina (neurotransmisor) en
el Líquido cefalorraquídeo.
También se ha encontrado un descenso en la actividad
dopaminérgica.
Modelo
Genético
El estudio de los árboles
genealógicos confirma cierta transmisión genética.
Modelo Psicológico
Según el
Psicoanálisis, el suicidio es un homicidio contra uno mismo
a causa del abandono vivido por los demás. La agresividad
que siento hacia el entorno la dirijo hacia mi y por ello me
suicido.
Los datos que nos parecen
más acertados son algunos de los postulados por Sneiman:
-
El suicidio es la
búsqueda de solución a un problema que genera
sufrimiento.
-
Es una manera de cesar
la conciencia, no necesariamente la vida.
-
El dolor que no
controlamos es un riesgo de suicidio para acabar con ese
dolor incontrolable.
-
Para el suicida, el
acto siempre es lógico.
-
La emoción del
suicidio es la desesperanza y el desamparo.
-
Su actitud: la
ambivalencia. Vivir y morir a la vez pero uno de los
sentimientos surge con más fuerza.
-
El estado cognitivo es
la "visión de túnel" antes nombrada.
-
El suicidio es un acto
de comunicación interpersonal con "pistas" a modo de
señales que ha ido dejando el ejecutor.
Modelo Sociológico
A cada sociedad le
corresponde un número X de suicidios. Los hay de tipo
altruista, egoísta, anómico (sociedad cambiante en la que se
pierde el control social) o incluso ritualista.
Una
mirada a los principales factores de riesgo
Antes podíamos decir que
la mayor proporción de suicidios consumados es a partir de
los 65 años pero ahora la tasa de suicidio juvenil se ha
incrementado considerablemente entre los 15 y los 25 años.
El desencadenante más frecuente de tentativa de suicidio es
el fracaso en la relación amorosa. El 98% de los pacientes
suicidas consumados tienen sintomatología de trastorno
mental.
La enfermedad psiquiátrica
con más riesgo es la depresión. Los momentos con más riesgo
es cuando disminuye la inhibición y la melancolía, es decir,
el paciente deprimido parece empezar a mejorar, o bien
cuando se inicia el cuadro depresivo y todavía no nos hemos
enterado. Los tres síntomas de la depresión relacionados con
el suicidio son:
-
+ insomnios
-
+ abandono del cuidado
personal
-
+ deterioro cognitivo
La segunda enfermedad con
mayor riesgo es la esquizofrenia y la tercera, el abuso de
sustancias (alcohol y otras toxicomanías).
Es la ausencia de vida la
que lleva más al suicidio que los "life events"
(acontecimientos de la vida) que sólo se relacionarían con
intentos. Las situaciones de cambio, ruptura y desarraigo
son también factores de riesgo suicida.
La vida avanza
inexorablemente como el agua de un río arrastrando al ser
humano con su corriente. El hombre con su equilibrio ha de
ser capaz de afrontar las circunstancias adversas que le
salen al paso. La vida no es más o menos justa, más o menos
injusta, mala o buena, podríamos decir que la vida tan solo
ES.
La vida es posible que les
parezca dura o implacable a los fracasados, a los débiles o
a los deprimidos, que en vez de afrontar los obstáculos se
sientan a lamentar su fracaso. Una y otra vez repiten los
mismos errores sin llegar a pensar como evitarlos por lo que
el círculo se cierra sobre ellos fracasando de nuevo.
Es inútil maldecir a la
suerte, para luchar se necesita saber como es el adversario
si no lo haces ya has perdido la batalla de antemano. Si
eres fuerte y estás equilibrado tienes mucho ganado y
adaptarte a las circunstancias es coser y cantar. Cuando el
interior alcanza el equilibrio es difícil que llegado el
fracaso nos afecte porque nos encontraremos ante un
adversario al que conocemos y contra el que podremos
combatir todavía si cabe más fuerte.
Los
pensamientos suicidas
A veces, cuando he tenido depresiones e
ideas suicidas, me he esforzado en indagar la causa de mis
males. En los libros que tratan del tema encontré, más que
nada, información estadística sobre los suicidas, su nivel
de vida o su trabajo. Los testimonios personales se
limitaban al caso particular del autor y no eran de mucha
ayuda a la hora de entender qué me ocurría y qué podía hacer
para acabar con mi tremenda pena y dolor. Podría decirse que
yo padezco una ligera manía-depresiva, a la que soy más bien
propenso dados mis antecedentes familiares. Pero no voy a
hablar de mí mismo. Lo que intento con este artículo es
ayudar a los deprimidos, a aquellas personas a quienes les
asaltan ideas suicidas, así como a sus familias, a entender
mejor lo que les ocurre, y a buscar posibles soluciones.
La mayor parte de los que tienen ideas
suicidas están, además, deprimidos. Los dos principales
motivos por los que una persona se deprime son, en primer
lugar, la pérdida del control sobre su situación vital y sus
emociones y, en segundo lugar, la pérdida de toda visión
positiva del futuro (desesperación). Ante la depresión y las
ideas suicidas que de ella derivan sólo puede resultar
eficaz una terapia que nos ayude a recuperar el control y la
esperanza.
La depresión hace que nuestra visión del
mundo circundante se estreche hasta tal punto que llegamos a
distorsionar la realidad. Nos fijamos únicamente en los
aspectos negativos de la vida, y los positivos los pasamos
de largo como si no tuvieran importancia alguna o,
sencillamente, no existieran. Rechazamos por estúpidas todas
las opciones que se nos ofrecen para resolver nuestro
problema, hasta que parece que no hay solución posible. Se
nos echa encima una tristeza persistente y angustiosa que,
como la muerte súbita del padre o de la madre, nos produce
un dolor que dura semanas, meses e incluso años. Es como si
estuviéramos atrapados en una oscura caverna sin salida, o
quizás en un túnel que empieza en un dolor constante y llega
hasta los mismísimos infiernos, sin posibles salidas ni
hacia el cielo ni hacia la felicidad. Empezamos a creer que
nada nos puede aliviar y que nuestro dolor no va a acabarse
nunca. Y mañana igual, o aún peor. ¡Puede que la única
solución sea la muerte!
El suicidio no soluciona nada, lo único
que hace es adelantar el final sin haber encontrado la
solución. No se puede decir que el suicidio sea una opción,
ya que "opción" quiere decir "posibilidad de optar o
elegir", y el suicido nos arrebata para siempre lo uno y lo
otro. La muerte es un acontecimiento irreversible que, no
sólo no elimina el dolor, sino que lo transmite a quienes
nos rodean. También transmiten su dolor las personas que
viven en la más absoluta soledad y se quitan la vida. Se lo
transmiten a aquellos miembros de la sociedad a quienes les
importa y les procupa. Por ejemplo... ¡a nosotros mismos!
Mucha gente tiene ideas suicidas a lo
largo de la vida. Para casi todos se trata de una idea
pasajera, después de la muerte de un ser querido, o cuando
los avatares de la vida les hacen ver unas perspectivas de
futuro desalentadoras. Otros, con menos suerte, pueden ser
genéticamente propensos a la depresión, padecer un
desequilibrio químico, o haber pasado muchas desgracias a lo
largo de su vida: algo que, en suma, les conduce a la
depresión. Además de éstos, hay otros que "llaman a la
depresión a gritos": son los que cultivan procesos de
pensamiento cognitivo irreales y aspiran en la vida a
objetivos inalcanzables. Sea cual sea la causa de la
depresión, cualquier persona puede verse asaltada por
intensas ideas de suicidio cuando el futuro se muestra
desesperanzador.
No hay ninguna clase o tipo específico de
persona que pueda tener la seguridad de no albergar jamás
pensamientos suicidas. Los médicos, los terapeutas y los
adolescentes ocupan los primeros puestos en las estadísticas
de suicidios consumados; si bien parece que en personas con
firmes convicciones religiosas es más infrecuente el intento
de suicidio.
LOS DESENCADENANTES DEL
SUICIDIO
Toda vez que una persona está deprimida y
con pensamientos suicidas, hay una serie de factores o
sucesos desencadenantes que pueden empujarle aún más cerca
del suicidio. El reconocimiento de los factores y sucesos
vitales desencadenantes de renovadas ansias suicidas puede
ayudar al deprimido a entender lo que le ocurre y permitirle
controlar mejor sus emociones.
1. LA TERAPIA: SU
PRINCIPIO. MÁS ALLÁ DE LA TERAPIA.
Las estadísticas de suicidios son
especialmente altas entre los pacientes que están empezando
una terapia. Al comenzar una terapia, los propios síntomas
de la depresión nos llevan a pensar cosas como "esto no va
funcionar" o "para qué me meto en este lío si lo mío no
tiene arreglo". Además de estos pensamientos puede ocurrir
que el paciente y el terapeuta no conecten o no "encajen",
por así decirlo (lo cual es perfectamente explicable si se
tiene en cuenta que hasta entonces habían sido dos perfectos
desconocidos). El creer que una terapia no va a dar
resultado, especialmente si no es la primera, tiene
consecuencias devastadoras. Podemos pensar que si la terapia
falla, nunca nos veremos libres de este dolor, y que no
tiene ningún sentido seguir intentándolo.
¡ESTO ES IMPORTANTÍSIMO! Es especialmente
trágico que, tras haber seguido un tratamiento terapéutico y
haber experimentado una mejoría apreciable, el paciente se
suicide. ¡Y sin embargo ocurre! La depresión es un fenómeno
intermitente, es decir, puede aparecer y desparecer sin
previo aviso, a veces en cuestión de instantes. Al deprimido
que se siente eufórico y, por fin, puede imaginarse un
futuro sin depresión, cualquier contratiempo le provocará
automáticamente una huida hacia la respuesta condicionada:
las ideas de suicidio. Al pensar que vuelve de nuevo el
intenso dolor de la depresión, nos hundimos, con lo que se
refuerza el impulso suicida. Los desencadenantes de este
nuevo episodio suelen ser los mismos que influyeron en la
primera depresión. Después de la terapia hay cosas que
pueden desencadenar de nuevo los impulsos suicidas: por
ejemplo el verse de nuevo expuesto a malos tratos
familiares, tener que aguantar a un jefe mezquino, sentirse
incapaz de vencer una adicción, tener una imagen inadecuada
de uno mismo, los problemas financieros, etc...
Sin embargo, ¡hay un lado positivo en todo
esto! Los impulsos suicidas no tienen por qué arrojarte de
nuevo al infierno de la depresión. Tampoco implican
necesariamente que la terapia haya ido mal, o que haya que
volver a empezar desde el principio. Saber reconocer los
acontecimientos vitales que desencadenan estos nuevos
impulsos suicidas puede ayudar a comprenderlos en cuanto
aparecen y a tener la certeza de que es posible eliminarlos.
El pánico que produce la reaparición de los pensamientos de
muerte y suicidio durará muy poco si no se les permite
adueñarse de la mente. Hay que acudir al médico, a un amigo
o a algún centro de apoyo y ayuda; el caso es hablar con
alguien y contarle lo que ocurre. Lo único que necesita el
enfermo en esta fase de la enfermedad es tiempo. Sin duda
alguna los pensamientos negros desaparecerán en cosa de dos
días, ¡o menos!
2. LAS VACACIONES
Cuando los impulsos suicidas se han
convertido en la única respuesta condicionada ante el estrés
y los contratiempos, puede ocurrir que el encontrarse con
determinadas personas o frente a determinados
acontecimientos provoque un retorno a la depresión y a las
consiguientes ideas de suicidio. Durante las vacaciones, por
ejemplo las Navidades, los Carnavales, la Semana Santa, o el
Día de Acción de Gracias (según las culturas), es normal
volver la vista atrás y recordar todas las penas de nuestra
vida. El hecho de ver disfrutar a los demás puede hacernos
pensar que estamos excluidos de la alegría y que ya nunca
más podremos pasárnoslo bien. La reacción ante la alegría
ajena en períodos festivos es, normalmente, buscar un
refugio donde escondernos o, sencillamente, enfadarnos.
Lejos del barullo, buscamos escondernos en un cuarto
entreteniendo a un niño pequeño, o quizás nos escabullimos
de la fiesta con la excusa de tener que arreglar algo en el
jardín de la casa o donde sea; la cuestión es esconderse y
que no nos vean, para así evitar conversaciones que nos
hagan recordar el dolor y la pena. Hay que evitar cosas como
que la "tía Carmen" (o cualquier otro, incluso un
desconocido), se acerque solícita a preguntarnos si por fin
tenemos trabajo, o si ya se han acabado los trámites del
divorcio... o cualquier otra cosa que así, de sopetón, nos
arroje de nuevo a la tristeza y al dolor de la depresión, y
a pensar en el suicidio. O a lo mejor resulta que un
pariente comprensivo viene a preguntarnos con todo su
cariño: "Pero hombre, ¿qué es lo que te pasa?"; y se
esfuerce en alegrarnos y sacarnos del caparazón, y claro, si
le contestamos con un exabrupto siempre habrá alguien que
diga o piense: "Éste (o ésta) siempre anda haciendo daño a
los que le quieren". Es una pena, pero vamos por ahí
contagiando la depresión a los demás.
3. LOS ENEMIGOS
En nuestra vida hay auténticos enemigos
(el jefe que nos agobia, el cónyuge o pareja desconsiderado,
o ese tío pesado que no deja de darnos la tabarra), que en
ocasiones pueden dar pie, de nuevo, a las ideas suicidas.
Además, cuando alguien conoce a un deprimido por primera
vez, es fácil que se dé cuenta de su estado o, de una u otra
manera, lo adivine. A lo mejor se trata de un proceso
subconsciente mediante el cual percibe una serie de señales,
tales como la postura que adoptamos, los gestos faciales, la
actitud general... que le llevan a una reacción brusca y
violenta, absolutamente inexplicable e improcedente dadas
las circunstancias del momento. Este tratamiento injusto
deja al deprimido totalmente perplejo y, seguramente,
pensando cosas como "qué injusto es el mundo" o "menudo asco
de vida". Otros, compasivos, sienten lástima del deprimido
y, al no saber expresarla adecuadamente, se comportan de
manera inapropiada y provocan situaciones embarazosas. Y,
por último, nunca falta el que anda por ahí buscando gente
con la moral baja para aprovecharse de ellos y mostrar una
superioridad que satisfaga a su maltrecho ego. ¡Ánimo!, a
medida que la depresión va desapareciendo, también
desaparecen las reacciones de este tipo, ¡por completo!
4. FENÓMENOS NATURALES
La influencia de los fenómenos naturales
sobre el ánimo del deprimido es extremadamente importante,
sobretodo cuando la depresión empieza a remitir. Los frentes
fríos de avance rápido, la luna llena y la luna nueva, los
cambios estacionales y la escasez de horas de Sol en
invierno, producen en el deprimido un estado de ansiedad. El
riesgo es aún mayor cuando se da el avance rápido de un
frente frío dos días antes de la luna llena. Esto no es
ninguna tontería, ni mucho menos una superstición de la que
no hay que hacer ni caso. Hollywood ha conseguido que nos
tomemos a risa eso de la influencia de la luna sobre la
mente. Cuando hablo de esto con gente que no lo ha
experimentado en sus propias carnes, al momento se les
dibuja una sonrisa burlona en la cara y ya da igual todo lo
que diga yo a continuación, como si fuera un idiota que no
sabe lo que dice. Lo cierto es que la depresión nos
retrotrae a un estado emocional más simple y primitivo. Las
emociones son más primarias y por eso somos más sensibles a
los cambios producidos en el entorno natural o en el propio
cuerpo. Se pueden prever los períodos de mayor riesgo en las
fases bajas de los ciclos biológicos (por ejemplo durante el
ciclo menstrual de una mujer; sin olvidar que los hombres
también están sometidos a los altibajos de un ciclo
emocional mensual).
Nadie ha encontrado hasta ahora una
correlación estadística entre el número de suicidios y la
luna llena, por la sencilla razón de que la luna llena no
causa ningún suicidio. Lo que hace la luna llena, como los
demás fenómenos naturales antes referidos, es producir un
estado de mayor ansiedad que agudiza los síntomas depresivos
y que, como consecuencia, incrementa el impulso suicida. El
riesgo de que alguien se suicide, o lo intente, es mayor
durante la semana inmediatamente posterior a la luna llena,
a medida que la depresión exacerbada y los consiguientes
pensamientos suicidas empiezan a cobrarse sus víctimas.
Es decir, a veces, la explicación de
persistentes pensamientos suicidas, fases maníacas que rozan
el puro pánico (y que de nuevo nos lanzan al abismo de la
depresión), o el empeoramiento de una depresión... se
encuentra en uno de esos calendarios que, junto con los
días, indican las fases lunares. Naturalmente, el conocer la
causa de este retroceso no lo impide, pero por lo menos nos
queda el consuelo de entender lo que pasa y de saber que
desaparecerá en un par de días, o incluso menos, ¡y así
ocurre!
5. LAS ADICCIONES
La nicotina, la cafeína, el alcohol, las
drogas ilegales, el abuso obsesivo de la comida, así como
algunos medicamentos... ejercen una influencia perniciosa
sobre el deprimido. Es muy corriente creer que en cuanto se
domine la adicción, terminará la depresión. Esto puede ser
cierto en algunas ocasiones, pero ¿y si los esfuerzos por
vencer la adicción son en vano?; efectivamente, el fracaso
puede hacernos empeorar e imposibilitar, no ya vencer la
adicción, sino que ni siquiera lo intentemos. Lo cierto es
que la depresión y la adicción son fenómenos distintos y
perfectamente separables. Una vez dominada la depresión será
más fácil intentar controlar la adicción, sea cual sea,
desde una posición de fuerza y no de debilidad depresiva.
6. FANTASÍAS DE MUERTE
Hay gente que, cuando las cosas vienen mal
dadas y no pueden soportar más el estrés y el dolor causado
por una situación traumática, se consuelan imaginándose que
están muertos. La fantasía puede empezar con la imagen de la
propia familia y amigos, alrededor de la tumba, llorando
desconsoladamente y lamentándose. La multitud de gente que
acude al funeral es una buena prueba de cuánto nos querían y
admiraban. El precio ha sido alto: la propia vida; pero por
fin pueden comprender lo mal que nos ha tratado este mundo,
por fin nos toman en serio y se dan cuenta de que nuestra
tremenda pena era real y no simulada. Esta fantasía puede
presentarse en otra variante: que hemos fingido suicidarnos
y nuestros seres queridos están en el hospital, alrededor de
la cama, y por fin se enteran de lo insoportable que nos
resultaba la pena de vivir.
Los más peligroso es que si uno se
acostumbra a fantasear sobre la propia muerte, como
mecanismo de escapatoria ante la pena de vivir, la fantasía
puede llegar a adquirir el carácter de respuesta
condicionada en períodos de crisis o de un mayor estrés. La
muerte puede convertirse en un pensamiento reconfortante,
hasta tal punto que el temor a la vida llegue a parecernos
más horrible que el temor a la muerte.
7. ¡ACABEMOS DE UNA VEZ!
(EL ATAQUE MANÍACO)
Los enfermos bipolares o
maníaco-depresivos (que van alternando cíclicamente entre la
manía eufórica y la depresión) deben poner el mayor interés
en identificar los factores que afectan a su estado de ánimo
y pueden cambiarlo de signo. Algunos de estos enfermos
pueden autocontrolarse en las fases de euforia, otros,
sencillamente, no pueden. Bien, pues tanto los claramente
maníacos como los que parecen no haber perdido el control,
corren un gran riesgo cuando, en un revés de la fortuna, sus
aspiraciones un tanto irreales y fantasiosas se transforman
en sinsabores. Los cambios de estado de ánimo pueden ser
bruscos e inesperados y, en cualquier caso, peligrosos. En
cuestión de instantes se puede pasar del estado eufórico al
depresivo, con una fuerte inclinación al suicidio.
LA VISIÓN DEL FUTURO
La parte consciente de la mente humana es,
sobre la faz de la tierra, la única entidad capaz de
abstraer el futuro y formarse un concepto del mismo. Una de
las principales fuentes de motivación en la vida humana es,
precisamente, la necesidad real de formarnos una idea
positiva del futuro. Esta necesidad va más allá nuestra
propia condición de mortales, de manera que nos permite
contemplar una continuación de la vida después de la muerte.
Nadie quiere creer que la muerte es el fin de todo. Los
creyentes ven cumplidos sus anhelos en el Cielo, última
morada en compañía de Dios; otros creen en la reencarnación;
hay quien piensa que simplemente pasamos a otra dimensión,
con lo que resuelven el problema de creer en Dios. A otros
les basta con la permanencia de su obra, o con la
perpetuación genética en sus descendientes, para tener el
convencimiento real de que la muerte no acaba con todo.
De todas formas, los que no se preocupan
por el más allá necesitan asimismo formarse una idea
positiva del futuro, aunque sólo sea a corto plazo. Esta
idea del futuro es la que nos hace levantarnos cada mañana y
enfrentarnos al nuevo día. En la adversidad y cuando nos
vemos atenazados por la rutina, sacamos fuerzas de flaqueza
para resistir y aguantar, pensando que quizás más adelante
las cosas vayan mejor. La anticipación del futuro es lo que
predispone al organismo para el acto sexual, es lo que nos
mueve a amasar dinero y poder, a comprar un número de
lotería o a fijarnos metas y aspirar a una vida mejor. Todos
anticipamos acontecimientos futuros, hasta esos "barrigones
cerveceros" que se pasan todo el día tirados en el sofá
delante de la tele tienen un futuro "ilusionante": la
programación televisiva, o el eructo que se van a echar
después de calmar la sed con otra botella de cerveza. Todos
necesitamos ilusiones: en cuanto perdemos las esperanzas de
que el futuro nos guarde nada positivo, en cuanto
desesperamos de que el dolor que sentimos jamás llegue a
alcanzar consuelo, entonces, por regla general, caemos en la
depresión.
CONCLUSIÓN
El que llega a comprender lo que le está
pasando ha dado un paso de gigante para recuperar el control
sobre su vida y sus emociones. Pero la curación definitiva
es imposible mientras dure la depresión. Lo que recomiendo
encarecidamente a quienes padecen una depresión y tienen
ideas de suicidio es que busquen ayuda. Hoy en día existen
una serie de fármacos bastante efectivos contra la
depresión; por otra parte es muy necesario el tratamiento
terapéutico para comprender lo que nos ocurre y poder así
vivir la vida controlando las emociones.
Este texto lo escribí sentado en una
cornisa, contemplando ante mis ojos un abismo infernal. Me
debatía entre la irresistible necesidad de saltar y acabar
de una vez con todo y la angustia de tener que ganar las
fuerzas suficientes como para recuperar el control sobre la
vida y las emociones. Hice un esfuerzo colosal para
representarme el futuro: un futuro en el que yo estuviera
presente. Espero que lo que he aprendido con la experiencia
en carne propia y con el dolor de mi corazón te sirva de
consuelo en tu pena. Saber qué es lo que te está ocurriendo
y por qué motivos, puede ayudarte a recuperar una idea
positiva del futuro, un futuro que nos incluya a los dos, a
ti y a mí.
Si te encuentras
al borde del suicidio
Todos hemos
nacido con capacidad para quitarnos la vida. Cada año un
millón de personas escogen este camino. Incluso en las
comunidades en que el quitarse la propia vida es ilegal o
tabú, la gente aún se suicida.
Muchas personas piensan en
el suicidio, porque les parece que no les queda otro
recurso. Para ellas en este momento la muerte es su mundo y
no se deberá subestimar la desesperación real, fuerte e
inmediata que las lleva a pensar en el suicidio como último
recurso.
No hay remedios mágicos.
Pero también es verdad
que: