Cómo
ser mejores padres
Hoy en día todos sabemos
que es muy difícil ser un buen padre, o tan solo un padre.
Con el aumento de los divorcios, separaciones, madres
solteras y las familias en las que el padre y la madre
trabajan fuera de casa, el tiempo que queda para los hijos
es muy escaso. Aun así, tengo el convencimiento de que,
independientemente del ritmo de trabajo o de la situación
vital de cada miembro de la familia, es posible ser mejor
padre de lo que se es. Siempre tenemos tiempo para cambiar y
mejorar.
Ser mejor padre aunque no
sea sencillo, puede conseguirse siguiendo unos pocos
principios que hay que poner en práctica a diario, los
cuales enumeraré a continuación:
|
PRINCIPIO 1:
No se involucre en luchas de poder de las que es
probable que nadie salga victorioso.
|
|
PRINCIPIO 2:
Diga cosas agradables a sus hijos de vez en cuando,
sobre todo si no se lo esperan. |
|
PRINCIPIO 3:
Es importante ser raro. No deje que los hijos
piensen que son más raros que sus padres.
|
|
PRINCIPIO 4:
No haga cosas por sus hijos que ellos sean capaces
de hacer por sí mismos, a menos que esté seguro de
que le devolverán el favor. |
|
PRINCIPIO 5:
Hay que tener una autoestima alta. Si el padre no la
tiene, sus hijos tampoco. |
|
PRINCIPIO 6:
Aprenda a pedir disculpas cuando no cumpla sus
propias cotas de exigencia al tratar a sus hijos.
|
LUCHAS DE PODER
Las luchas de poder se
producen cuando alguien cree que ha perdido autoridad y
quiere recuperar la sensación de control. Traen como
resultado sentimientos negativos y es bastante difícil
llegar a una solución satisfactoria, si no imposible. Los
padres pretenden controlar a sus hijos y luego se sienten
culpables por haber perdido la paciencia. Los niños se
enfadan, se deprimen y fantasean sobre la manera de retomar
el control sobre sus padres.
La sensación de pérdida de poder comienza a menudo a una
edad temprana, y los padres que han experimentado esa
sensación suelen transmitírsela al menos a uno de sus hijos,
probablemente a aquel que tiene rasgos de carácter parecidos
y que al padre no le gustan. Por tanto, los padres pueden
evitar las luchas de poder siendo sinceros sobre lo que no
les gusta de sí mismos. Comprenderse a sí mismo a través de
la conciencia de uno mismo mejora nuestra labor como padres.
Para resolver las luchas de poder tome nota de los
siguientes consejos:
1. Haga
preguntas en lugar de órdenes.
2. Tenga un lugar donde esconderse cuando se desencadene una
lucha de poder.
3. Proporcione a su hijo más de una opción para elegir.
4. La persona a quien usted tiene que controlar es a sí
mismo, no a su hijo.
5. Soltar una carcajada en mitad de una lucha de poder
consigue pararla.
Enfrentarse a una lucha de poder de manera inteligente es el
primer paso para convertirse en mejor padre.
CÓMO ALABAR Y CRITICAR A LOS NIÑOS
Las alabanzas y las
críticas son juicios que una persona emite sobre otra. Saber
comunicar dichos juicios mejorará la labor de los padres y
su relación con sus hijos.
Elogiar al niño cuando él se lo espera sólo demuestra que el
padre está haciendo lo que "debe" hacer un buen padre.
Cuando el niño muestra un trabajo que ha hecho en el colegio
y que él cree que es maravilloso, busca los elogios para
reforzar sus propios sentimientos. Está bien concedérselos,
pero es su propia opinión la que debe guiarle, no el juicio
de los padres.
Cuando el niño sabe que ha hecho algo mal y no puede evitar
que los padres lo descubran, la crítica y el castigo
posterior ya se han formado en su mente, aunque todavía los
padres no hayan intervenido. El niño sabrá cuando ha hecho
algo mal si ha aprendido a juzgar sus propias actuaciones.
Decir cosas agradables a los niños cuando no se lo esperan
tendrá un efecto duradero.
Es importante que el niño sepa que los sentimientos de su
padre son positivos porque su opinión general de la vida es
importante para él, aunque actúe como si no lo fuera. Por
ejemplo, algunas de las cosas agradables que decir:
|
Se
puede decir algo agradable sobre una característica
personal favorable del niño para demostrarle que uno
no siempre tiene que hacer algo para merecer
elogios. |
|
Se
puede decir algo agradable sobre algo que haya hecho
el niño, mostrándole que una buena actitud es una
fuente de sensaciones gratas. |
|
Se
puede decir algo agradable de uno mismo para mostrar
que la autoestima positiva es buena. Se le está
diciendo con ello al niño que es posible sentirse
bien con uno mismo sin buscar continuamente la
aprobación de los demás. |
|
Se
puede decir algo agradable sobre otras personas para
mostrar que está bien tener buenos pensamientos
hacia los demás aunque no estén presentes.
|
|
Se
puede decir algo agradable sobre un árbol, una
puesta de sol o el color de un edificio para mostrar
que es bueno obtener satisfacción de las
experiencias cotidianas. |
|
Se
puede decir algo agradable sobre algo o alguien que
también posea características que no nos gustan,
para mostrar que la vida no es solo blanco y negro,
y que bueno y malo a menudo van unidos. |
Decir algo
agradable no es necesariamente una alabanza, pero muestra
que se tiene una actitud positiva, lo cual es muy necesario
para los padres. Comunica una visión positiva de la vida que
se transmitirá al niño.
LA
IMPORTANCIA DE SER RARO
La mayoría de los niños
cree que tiene algo raro. Suelen llegar a la conclusión de
que son diferentes de los otros niños cuando empiezan la
escuela. Una vez que el niño se da cuenta de que es raro,
esto se convierte en un problema para él. Algunos niños
nacen raros, y otros se convierten en raros debido a su
educación. Les ocurren cosas tan extrañas e impredecibles
que si sus padres también son un poco raros, podrán soportar
mejor su propia rareza.
Con raro me refiero a un padre que es espontáneo. Un padre
que de repente hace lo contrario de lo que espera su hijo.
Un padre raro es aquel que no teme parecer tonto a los ojos
de su hijo ni ponerse a su propio nivel y "actuar como un
crío". Ser raro es otra forma de reforzar los lazos entre
padres e hijos. Los buenos padres establecen vínculos muy
fuertes con sus hijos, aunque para ello tengan que renunciar
al control absoluto.
Los padres raros tienden a respetar lo que les convierte en
raros. Puede tratarse de un talento, un interés o una
actitud por la que sienten pasión. Demuestran un compromiso
con sus ideas que va más allá de lo normal. La pasión que
sienten los padres por sus intereses es a menudo comunicada
a sus hijos, que aprenden que apasionarse por algo no sólo
es posible sino deseable. A una edad en que es raro adquirir
fuertes compromisos, aprender esta lección puede ayudar a
alguien a ser un hombre de éxito, porque los grandes logros
suelen ser el resultado de una entrega apasionada.
A continuación les daremos
algunas normas sobre cómo ser raros:
|
Hay
que encontrar tiempo para expresar pasión por algún
interés en particular. |
|
El
comportamiento de los padres no debe guiar el futuro
del niño tanto como la vida interior, las
intenciones, deseos y sentimientos de los padres.
|
|
Hay
que decir o hacer cosas de vez en cuando que el niño
no espera. |
|
Hay
que pasar mucho tiempo con los hijos a solas.
|
|
Hay
que hablar con los hijos de cosas que interesen al
padre, aunque aquellos parezcan no entender de qué
se está hablando. |
|
Hay
que defender sus ideas con fuerza pero no exija que
los niños tengan las mismas opiniones. |
|
No hay
que ridiculizar algo que su hijo se toma muy en
serio. |
|
Hay
que tener alguna actividad creativa que su hijo le
vea desempeñar. |
|
Hay
que dejar que sus hijos vean sus sentimientos. No
tienen porqué ser necesariamente positivos. La
rabia, la indignación y la confusión son emociones a
las que su hijo debe aprender a enfrentarse.
|
|
Hay
que entender que el proceso de crecimiento es
irregular, episódico e incoherente. Ninguno de sus
hijos tendrá un proceso de desarrollo perfecto. No
se preocupe. Cuando el padre se gusta a sí mismo,
los niños también acabarán gustándose antes o
después. |
ENSEÑAR A LOS HIJOS A HACER LAS COSAS POR SÍ MISMOS
Cuando los padres creen
que deben hacerlo todo por sus hijos, tal vez los niños no
aprendan a ser responsables por sí mismos. Los buenos padres
son aquellos que hacen menos cosas por sus hijos, dejándoles
asumir responsabilidades a ellos. Este es un ejemplo en que
menos es más.
Los padres con demasiadas ganas de ayudar se arriesgan a
incapacitar emocionalmente a sus hijos. El meollo de la
cuestión es que los padres arrebatan el poder a sus hijos
cuando hacen por ellos cosas que ellos pueden y deben hacer
por sí mismos. La ayuda debe ofrecerse cuando ha sido
previamente solicitada y debe ir dirigida a ayudar al niño a
utilizar sus propios recursos para solucionar el problema.
Si los niños dicen que necesitan ayuda, la pregunta que hay
que hacer es: ¿Qué te gustaría que hiciera yo? Los niños que
han pedido ayuda otras veces ofrecerán una respuesta
razonable. Los niños a los que se les ha prestado demasiada
ayuda tienen problemas para contestar porque no han
analizado lo que necesitan para poder identificar los
recursos que ellos mismos no poseen. Si el padre es
selectivo a la hora de prestar ayuda, el niño aprenderá a
tener más recursos.
Los buenos padres dan oportunidades a sus hijos para que
aprendan a pedir ayuda y a controlar su capacidad para
soportar la frustración, a la vez que aguantan su propio
desasosiego cuando ven a sus hijos intentando solucionar un
problema que les supera.
LA
AUTOESTIMA DEL PADRE ES MUY IMPORTANTE
La mayoría de los buenos
padres se preocupa por la autoestima de sus hijos y estarán
dispuestos a hacer cualquier cosa para fomentarla. Casi
siempre tendrán que aumentar primero la suya propia. La
autoestima podríamos definirla como la experiencia de andar
por la vida con un sentimiento de bienestar y satisfacción.
Por la tanto la mejor manera de aumentar la autoestima es
buscar más experiencias que produzcan bienestar y
satisfacción.
Para sentirse satisfecho como padre, hay algunos
sentimientos básicos que hay que procurar experimentar:
|
Hay
que procurar divertirse. |
|
Hay
que confiar en que sus hijos estén sanos y sean
felices. |
|
Hay
que creer que los demás le respetan a uno como
padre. |
|
Hay
que sentirse satisfecho con el trabajo que se
realiza. |
|
Hay
que luchar contra el exceso de ansiedad.
|
|
Hay
que creer que los hijos agradecen las contribuciones
de los padres a sus propios triunfos. |
Encontrar formas para
experimentar más satisfacción en la vida familiar y en la
labor de padres no es ningún misterio. Los buenos padres
tienden a hacer cosas que la mayoría de los padres no hacen.
Seguidamente les enumeraré una lista de sugerencias que han
funcionado con otros padres. Si funcionan en su caso
particular, su autoestima aumentará porque obtendrá más
placer y satisfacción en su propia casa.
|
Pase
tiempo a solas con cada uno de sus hijos siempre que
pueda para que no le distraigan las necesidades de
los otros miembros de la familia. |
|
Tenga
cofres con llave para cada miembro de la familia
(incluido usted mismo) para que los "tesoros"
privados de cada uno estén a salvo de la curiosidad
de los demás. |
|
Pase
tiempo todas las semanas a solas con su esposa/o,
sin niños ni otras distracciones. |
|
Permita que la casa esté desordenada durante el día,
mientras todos estén cumpliendo con sus obligaciones
pero exija que participen luego de la limpieza por
las noches. Al fin y al cabo, la casa es de todos.
|
|
Tenga
siempre algo disponible para comer que guste a su
familia porque la comida es un factor importante de
seguridad. |
|
Aprenda a planificar para no desaprovechar las
oportunidades satisfactorias por la aparición de
acontecimientos imprevistos. |
|
Establezca tradiciones familiares cada semana, mes o
año. |
|
Eche a
todos los demás de casa de vez en cuando para tener
la sensación de que su casa es su castillo.
|
|
Si no
tiene amigos, consiga algunos rápidamente. A largo
plazo, no se puede depender de la familia para
satisfacer todas las necesidades sociales.
|
|
Tenga
un calendario en la cocina para establecer una
valoración de cada día. Defina su propia escala.
Esto le obligará a evaluar la calidad de cada día y
a encontrar maneras de mejorar. |
|
Divida
sus metas en etapas para que avance todos los días
en la dirección adecuada. |
|
Si
prefiere no enfrentarse a miembros de la familia
verbalmente sobre algo que le molesta, déjeles
notas. |
|
Escoja
un día cada dos semanas y propóngase no gritar
durante todo el día. |
|
Desarrolle su propia lista de cosas que puede hacer
para aumentar su autoestima. |
|
Aprenda a decir "no". |
APRENDA A PEDIR DISCULPAS
Los padres siempre tienen
razón, incluso cuando están equivocados. Es difícil superar
este tipo de educación, se necesitan muchos golpes
psicológicos, crisis espirituales y honestidad personal para
ello. Por eso muchos de nosotros evitamos mejorar como
padres hasta que es demasiado tarde y nuestros hijos son
demasiado mayores para agradecérnoslo.
Los niños deben educarse en una sociedad mucho más compleja
y peligrosa que aquella en la que fueron educados sus
padres. Para aguantar y superar estos desafíos, los niños
tienen que estar seguros de sí mismos.
Tenemos que olvidar la creencia de que pedir disculpas a los
hijos implicará que somos demasiado blandos o que ellos
tendrán un carácter débil. El mundo necesita más personas
fuertes pero benevolentes. Los buenos padres lo consiguen y
ésa es una razón por la cual sus hijos se elevarán por
encima de la norma cuando sean adultos. Los padres que creen
que la única manera de educar bien a sus hijos es tener un
control absoluto sobre ellos casi nunca piden disculpas por
haber cometido alguna ofensa. Los padres que necesitan
mantener el control a toda costa son ciegos con respecto a
su propio sentido de la irresponsabilidad. Antes o después,
sus hijos aprenderán que sus padres carecen de credibilidad
a pesar de las temibles muestras de enfado.
Negarse a pedir disculpas cuando uno se ha equivocado
refleja una actitud paterna disfuncional. No vale
disculparse si se utiliza como un truco para suavizar las
cosas. Debe ser un acto sincero.
Disculparse puede enseñar a los hijos muchas lecciones
importantes, al mismo tiempo que ayuda a mantener con ellos
una relación sincera y realista. Aquí va una lista de lo que
pueden aprender:
|
Aprenden que no tienen por qué tener siempre razón y
que, aunque estén equivocados, siguen siendo buenas
personas. |
|
Aprenden que hay que admitir un error antes de poder
corregirlo, y que corregir errores es importante.
|
|
Descubren que pedir difícil, y que hay que ser
fuerte para hacerlo. |
|
Ven
una muestra de sinceridad, que tal vez no vean en
otra parte. |
|
Aprenden que una buena familia repara los malos
sentimientos que se producen entre sus miembros.
|
|
Aprenden la virtud de perdonar a los demás cuando
pierden temporalmente el control. |
|
Aprenden que la disculpa es una forma de reconocer
que otra persona es digna de respeto. |
|
Aprenden que no es necesario alimentar rencores
porque uno se sienta culpable por algo que ha hecho.
Todo el mundo empieza a odiar a la persona hacia la
que alberga un sentimiento de culpa. |
|
Aprenden a pedir disculpas a sus padres cuando les
han ofendido, y a resolver sus remordimientos y su
complejo de culpa. |
Pedir disculpas a los niños cuando se les ha ofendido o
tratado mal es el mejor método para mostrarles que son
dignos de respeto. Los buenos padres tratan a sus hijos con
más respeto que los padres normales, y es probable que sus
hijos obtengan más éxito en este mundo tan complejo.
Piense en lo que hubiera sentido como hijo si sus padres
hubiesen pedido disculpas por sus ofensas, en especial por
las que todavía no se les ha perdonado. No cometa el mismo
error con sus hijos.
Recuperar los valores
Sociólogos y otros estudiosos de las relaciones humanas han
dado la voz de alarma: el deterioro en la convivencia social
que distancia a algunos padres de sus hijos y a los
educadores de sus alumnos, y que, en su peor versión, llena
las páginas de sucesos, tiene mucho que ver con el hecho de
que las últimas dos generaciones han transformado parte de
un sistema de valores que parecía asumido, o percibido como
positivo, en sociedades desarrolladas como la europea.
La imparable violencia
machista, los desencuentros entre padres e hijos y entre
estos y sus profesores, el culto que rinden a la violencia
ciertos sectores juveniles, el nuevo fenómeno de
adolescentes descontrolados durante fines de semana llenos
de drogas y alcohol, el creciente
fracaso escolar y la consiguiente desmotivación de chicos y
chicas, la competitividad inhumana en algunas empresas...
son manifestaciones de una problemática que tiene muchas y
complejas causas, una de las cuales podría ser la quiebra de
algunos valores universales despreciados por su aroma a
viejo o
poco moderno, como el respeto a las
personas mayores, el cuidado con las cosas que son de todos
o la cultura del esfuerzo como medio para el progreso
material y personal.
Más de un psicólogo y psicopedagogo
comienza a reivindicarlos, aun a costa de cargar con una
imagen negativa de reaccionario o contrario a la moda y a
los valores en boga, como el individualismo, la satisfacción
inmediata de cualquier deseo o la diversión a toda costa.
Parte de nuestra sociedad parece solicitar
que quienes tenemos responsabilidades, entre otros padres,
educadores y medios de comunicación, rescatemos esos valores
"de siempre" que promueven la vida en sociedad y dotan de un
sentido humano, cívico (¡qué palabra tan aparentemente
arcaica y sin embargo tan plena de significado hoy mismo!) y
solidario a nuestras vidas.
Los valores nos
hacen más humanos y más libres
Tengamos presente que la escala de valores
y creencias de cada persona es la que determina su forma de
pensar y su comportamiento. La carencia de un sistema de
valores definido y compartido por la mayoría de la población
instala al sujeto, especialmente al menos maduro, en la
indefinición e indefensión y en un vacío existencial que le
deja dependiente de otros y de los criterios de conducta y
modas más peregrinos. Por el contrario, los valores asumidos
como cultura, como lo que compartimos con los seres humanos
que nos rodean y con todos en general, nos ayudan a saber
quiénes somos, a dónde vamos, qué queremos y qué medios o
herramientas nos pueden conducir al logro fundamental de
nuestra existencia: el bienestar emocional, uno de los
elementos esenciales de eso que denominamos calidad de vida.
Estos valores no dependen de los tiempos
ni de las coyunturas, porque nada tienen que ver con el
sistema económico o político vigente ni con las
circunstancias concretas o modas del momento. Son
intemporales, de puro humanas y potenciadoras de la
sociabilidad y del equilibrio en la relación entre las
personas que resultan. Están por encima de las
circunstancias, por su sólida vinculación con la dignidad
humana. Y porque promulgan el respeto a las opiniones y
necesidades de los demás. Son valores del yo, que no puede
desarrollarse si no vive en libertad y en coherencia con
unos principios íntimamente relacionados con la
responsabilidad de entender que todos somos seres humanos,
con nuestra dignidad, nuestras necesidades, nuestros gustos
y nuestra propia emotividad. Iguales en nuestra diferencia,
en suma.
La Declaración Universal sobre Derechos
Humanos de la ONU reconoce al hombre como portador de
valores eternos, que siempre han de ser respetados. Estos
valores, reconocidos por todos, sientan las bases de un
diálogo universal y pueden servirnos de guía: al individuo,
para su autorrealización; y a la humanidad, para una
convivencia en paz y armonía.
Enseñar con el
ejemplo
En las últimas décadas han primado, quizá
como reacción a anteriores lanteamientos más coercitivos que
dialogantes, unas posturas pedagógicas más permisivas y
abiertas, basadas en el dejar hacer y en el principio de no
coacción a la espontaneidad de la persona. Esto se ha
percibido especialmente en las relaciones entre padres e
hijos y entre estos y sus profesores. Hay muchas causas
sociales, políticas e incluso económicas (la mujer se
incorpora al trabajo remunerado y los padres apenas tienen
tiempo para ver, y mucho menos para educar, a sus hijos) que
explican esta evolución, pero no nos detengamos ahí. La
sensación que prima en algunos padres y educadores es que la
experiencia aperturista no ha sido del todo positiva. A los
adolescentes les cuesta reconocer la autoridad moral de
padres y educadores y los problemas de convivencia afloran
en muchas familias. Y son demasiados los jóvenes (y mayores,
por supuesto) que se comportan ignorando los más elementales
principios de solidaridad y de respeto a los demás.
De un seco y frío autoritarismo, poco
proclive a las explicaciones y menos aún a escuchar al niño
o joven, hemos pasado (permitámonos la exageración) a una
permisividad del "todo vale" y se estima que quizá tardemos
toda una generación en recuperar la autoridad dialogante,
una autoridad que fija y marca límites justos, razonables y
negociables, necesarios para el aprendizaje de la libertad
personal y la convivencia social. Necesitamos una vuelta de
tuerca. Si no se discute que es difícil educar en valores
cuando se mantiene una actitud controladora y represiva,
cada día está más claro que no es más sencillo conseguirlo
desde la tolerancia casi sin límites que parece reinar hoy
en muchos hogares. No son pocos los padres y educadores, y
en general adultos, que temen contrariar a los jóvenes,
aunque la razón les asista.
Ahora bien, no se trata de
autoculpabilizarnos, ni de culpar a nadie de por qué y cómo
hemos llegado donde estamos, si no de que cada uno, como
parte implicada, asumamos la cuota de responsabilidad que
nos corresponde en la educación en esos valores. Pero sólo
en la medida en que vivamos los valores que queremos
trasmitir conseguiremos el objetivo. Porque educar es,
fundamentalmente, comunicar a través del ejemplo, trasmitir
actitudes y comportamientos. El testimonialismo pasó, y muy
justamente, de moda. No olvidemos nunca que ante los
educandos somos sus modelos.
Uno a uno, diez valores muy rescatables
1) Respetar a las personas mayores: lo hemos vivido casi
como una imposición "por ser el padre o madre, abuelo o
abuela"; cambiemos esa obediencia ciega por el sincero
respeto hacia quienes, con una vida de esfuerzos, nos han
trasmitido la próspera sociedad que disfrutamos.
2) Prestigiar a los educadores: volver a revestirles de
la dignidad y respeto que su profesión merece y aceptar su
autoridad. Y trasmitirlo a niños, jóvenes y adultos. Es
imprescindible.
3) Solidaridad con los débiles (y no sólo con los
marginados) que nos rodean.
4) Respeto a los bienes y servicios públicos: educar en
la máxima "esto es de todos y hemos de velar porque se
encuentre en buen estado" y en la obligación de cuidar como
nuestro el patrimonio común.
5) No dejarnos llevar por el consumismo. Nada tiene de
malo el bienestar material, pero intentemos ser consumidores
conscientes e informados, y controlar la ansiedad de comprar
por comprar. Sólo conduce a la frustración, al deterioro
ecológico y a otros disgustos más prosaicos
6) Aprender a escuchar: de forma incondicional (sin
juicios ni prejuicios), activa y empática, comunicando de
verdad con el interlocutor e intentando ponernos en su piel.
7) Aprender a esperar, a respetar el turno. Superar la
ansiedad de ser el primero, de conseguirlo todo a la primera
y rápidamente. Los demás también esperan.
8) Aprender a perder, a fallar, a asumir el fracaso como
proceso básico de todo aprendizaje de crecimiento personal.
Un "no" hay que saber asumirlo sin dramas. Tendremos que oír
muchos en nuestra vida.
9) Desarrollar el sentido de responsabilidad, potenciar
la cultura del esfuerzo. Organización, puntualidad, empeño
por hacer bien las cosas... son planteamientos muy
positivos.
10) Potenciar la autoestima, cuidar de nosotros mismos.
Aceptación, valoración y mimo hacia uno mismo.
La
responsabilidad en el niño
Enseñar a
los niños a ser responsables requiere un ambiente
especial en el hogar y en la escuela. Se trata de conseguir
un ambiente que les ofrezca información sobre las opciones
entre las que deben escoger y las consecuencias de cada una
de ellas, y que les proporcione también los recursos
necesarios para elegir bien.
La
responsabilidad es la habilidad para responder; se trata
de la capacidad para decidir apropiadamente y con eficacia,
es decir, dentro de los límites de las normas sociales y de
las expectativas comúnmente aceptadas. Por otro lado, una
respuesta se considera efectiva cuando permite al niño
conseguir sus objetivos que reforzarán sus sentimientos de
autoestima.
La
responsabilidad conlleva, en cierta forma, ser
autosuficiente y saber defenderse. Estas son dotes propias
de poder personal que, según Gloria Marsellach Umbert
en su artículo "La autoestima en niños y adolescentes",
significa tener seguridad y confianza en uno mismo y para
ello es necesario ser responsable además de saber elegir,
llegar a conocerse a uno mismo y adquirir y utilizar el
poder en las propias relaciones y en la vida.
Para
un niño es normal tener cierto temor a los límites,
temor que desaparece conforme el niño va comprobando que
límites y consecuencias se integran en un sistema coherente.
Padres y educadores pueden contribuir a conformar el sentido
de los límites de diferentes maneras:
Sabiendo claramente ellos mismos lo que esperan de
los niños.
Exponiendo sus expectativas de manera que los niños
las entiendan, incluyendo la asignación de
responsabilidad acerca de tareas y deberes.
Averiguando si el niño entiende estas expectativas,
bien haciéndolas repetir o bien guiándole mientras
las cumple.
Estableciendo claramente los límites de tiempo
razonables para realizar tareas o debes escolares,
sin ambigüedades.
Explicando al niño las consecuencias de no hacer las
cosas. Estas consecuencias deben aplicarse
coherentemente, sin sentimientos de culpabilidad o
remordimientos y sin hacer sufrir al niño. La
coherencia es más importante que la severidad.
Redactando y colocando un cartel con todas las
reglas y las obligaciones, de modo que no pueda
alegarse como excusa "el olvido"
Participando padres y madres (cuando sea posible) en
la explicación de las reglas al niño. Así sabrá que
ambos las apoyan y mantienen.
Consiguiendo que todos los niños de la familia o de
la clase tengan responsabilidades equiparables, con
los ajustes necesarios en función de su edad y de
sus habilidades particulares. |
Un
niño es responsable cuando sus actos coordinan, de forma
creativa, sus propios objetivos con las necesidades de los
demás. Para ello, los adultos tienen que ayudar al niño a
obtener este equilibrio, a definir sus propios valores y a
resolver las dificultades en función de sus propios
sentimientos.
El
niño que posea sentido de la responsabilidad cosechará
éxitos cada vez con mayor frecuencia, y se beneficiará de
las consecuencias positivas de esos éxitos.
Muchos
padres creen que las recompensas por buen comportamiento son
una especie de "soborno", pero las recompensas de
orden material (dinero, juguetes...) sólo se convierten en
sobornos si son la única técnica que se utiliza para motivar
a un niño. Recompensas son aquellas cosas que el niño
valora, cosas que desea o que necesita. Existen también
recompensas que no son materiales que conviene recordar:
Hágale saber al niño, de palabra, mediante elogios,
qué cosas ha hecho bien: "has limpiado tu armario
estupendamente"
Proporciónele ese reconocimiento de forma
espontánea, periódicamente, relacionándolo con los
logros del niño: "¿Qué te parecería ir a comprarte
un helado? La verdad es que has hecho un trabajo muy
duro limpiando el cuarto de baño"
Apoye al niño cuando lo necesite: "Como me ayudaste
ayer a limpiar el jardín, bien puedo yo ahora
ayudarte a hacer los deberes"
Muestre interés por lo que hace el niño y anímele:
"Ya que tienes que ir a una reunión de los boyscouts
esta noche, yo me ocupo de lavar los platos"
Comparta con el niño algunas tareas de tanto en
tanto, como reconocimiento a sus esfuerzos: "La
verdad es que ayer dejaste tu habitación limpísima:
¿qué te parece si te ayudo a limpiarla hoy? |
En
ocasiones las responsabilidades de los niños producirán
cierta incomodidad a los adultos. Los niños necesitan que
los adultos sean pacientes y tolerantes.
El aprendizaje de la responsabilidad
A los
niños que no sean considerados responsables de sus actos les
será más difícil aprender de sus experiencias. Enseñar a los
niños a ser responsables no quiere decir enseñarles a
sentirse culpables. Los que tengan sentido de la
responsabilidad poseerán los medios, las actitudes y los
recursos necesarios para valorar con eficacia las diferentes
situaciones y decidir de forma consecuente para ellos y para
los que se encuentran a su alrededor.
Uno de
los aspectos básicos de la enseñanza de responsabilidad a
los niños es la cuestión: "¿Quién es el responsable de
acordarse de las cosas?" Los niños pueden saber hacer
las cosas y desear agradar a los padres pero si no han
tomado sobre sí la responsabilidad de acordarse, no pueden
ser responsables. Hay algunos artificios que estimulan al
niño a recordar, tretas que pueden abandonarse conforme el
niño crece y va siendo capaz de asumir mayores
responsabilidades:
-
Escriba las cosas y colóquelas en lugar visible.
-
No les recuerde las cosas a los niños una vez
esté seguro de que le han escuchado y entendido.
Recordar las cosas a los niños se convierte en
una mala costumbre de la cual los niños pasan a
depender.
-
Establezca costumbres lo más regulares posible.
Cuando las cosas ocurren de forma predecible y
regular, se incrementa la capacidad de recordar
de los niños.
-
No le dé miedo castigar al niño que se "olvida".
-
Acuérdese de lo que usted ha dicho. Si los
padres lo olvidan, están otorgando al niño,
tácitamente, permiso para hacer lo mismo.
|
Una
vez que a los niños se les ha asignado ciertas obligaciones,
los padres no deben confundirles ni fomentar la
irresponsabilidad volviéndose a hacer cargo de las tareas
encomendadas. Los padres relevan a sus hijos de sus
responsabilidades si...
...les recuerdan las cosas cuando ellos "se olvidan"
...lo hacen ellos mismos porque "es más sencillo"
...subestiman la capacidad de los hijos.
...aceptan que los niños se califiquen a sí mismos
de incompetentes o irresponsables.
... hacen cosas por sus hijos para que ellos les
quieran o para que no les hieran en sus
sentimientos.
...creen que sólo los padres que trabajan duramente
y hacen un montón de cosas por los hijos son
"buenos" padres. |
¿Cómo enseñar a los niños a ser responsables?
Para
enseñar a los niños a ser responsables tiene que existir un
programa claro de recompensas y alabanzas que ofrezca
respuesta a su comportamiento (aspecto este al que hemos
hecho referencia anteriormente). Por otro lado, el niño
seguirá siendo irresponsable si la respuesta que obtiene es
la crítica excesiva, la exposición al ridículo o a la
vergüenza. Los niños a los que se recompensa por ser
responsables van desarrollando gradualmente la conciencia de
que la responsabilidad y los buenos sentimientos están
relacionados; y, con el tiempo, disminuye su necesidad de
recompensas externas.
Las
siguientes pautas nos pueden ayudar a responder la pregunta
planteada en este apartado:
-
DESARROLLE LA SENSACIÓN DE PODER DEL NIÑO.
Cuando se tiene sensación de poder se poseen los
recursos, oportunidades y capacidades necesarias
para influir sobre las circunstancias de la propia vida.
Enseñar a los niños a ser responsables incrementa su
sensación de poder.
-
AYUDE A LOS NIÑOS A TOMAR DECISIONES.
Los niños que han aprendido a ser responsables toman
mejores decisiones que los que no han aprendido a serlo.
Podemos contribuir a aumentar la capacidad del niño para
tomar decisiones si ayudamos a:
· Resolver los problemas que crea la necesidad de tomar
una decisión.
· Buscar otras soluciones.
· Seleccionar una de las alternativas mediante la
valoración de sus consecuencias.
· Valorar la eficacia de las decisiones por medio de una
discusión posterior.
-
ESTABLEZCA NORMAS Y LÍMITES.
-
UTILICE TAREAS Y OBLIGACIONES PARA CREAR RESPONSABILIDAD.
Tareas y obligaciones son cosas concretas: se puede
especificar cómo, cuándo y quién debe hacerlas. Esto
ayuda a desarrollar la capacidad de organización y
manejar los propios recursos.
-
SEA COHERENTE.
Es la mejor forma de indicar al niño que los adultos
dicen las cosas en serio. Los adultos coherentes ayudan
a los niños a sentirse seguros. Cuando no existen normas
claras y evidentes, no hay manera de ser coherente.
-
NO SEA ARBITRARIO.
Ser arbitrario significa hacer algo diferente de lo que
se había dicho o hacer algo sobre lo que no se había
advertido. Para evitar ser arbitrarios debemos aclarar
lo que queremos, comunicar estas expectativas de forma
sencilla y directa, y concretar cuáles son las
consecuencias esperables si el niño actúa en consonancia
o no con esas expectativas.
-
DÉ RECOMPENSAS POR SER RESPONSABLE.
|
|
|
|
|